Un homenaje al teatro cómico: «Andanzas y entremeses de Juan Rana», de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y Ron Lalá

Carles Márquez Molins

Foto David Ruiz

La fábula de esta obra puede resumirse de la siguiente manera: Juan Rana, encarnado en las tablas por Cosme Pérez, es sospechoso, entre otros delitos, de blasfemia y sodomía, por lo que el inquisidor general decide iniciar un proceso contra él. Para llevarlo a cabo llaman a tres testigos: Bernarda, Velázquez y Calderón. Cada uno aportará su versión y, para aderezarla, se insertarán entremeses. Finalmente, cuando van a prender a Juan Rana, no lo encuentran y, más tarde, conocen la noticia: Juan Rana ha muerto. Más adelante se representa la muerte de Juan Rana y se toma una decisión respecto al proceso inquisitorial (el inquisidor general decide retirar los cargos). Se trata de una comedia que contiene ambigüedades, como aquellos entremeses en los que Juan Rana finge su muerte. En el entremés está muerto, pero sigue cantando y actuando como si estuviera vivo.

La puesta en escena se caracteriza por la mezcla coherente de actuación y musicalización. Por otra parte, la escenografía se caracteriza, en cierto sentido, por su utilitarismo, pues los actores empleaban muchos de los objetos que sacaban a la palestra. El montaje del escenario simulaba, además, la manera en que se montaban a veces los escenarios sobre los corrales de comedias. Había dos rampas laterales y un cortina o paño de escaso tamaño que hacía las veces de telón por el que algunos personajes abandonaban la escena. En ocasiones, los actores se dirigían al público, pero lo apelaban no como al público del teatro, sino como al del proceso inquisitorial que estaba teniendo lugar (el proceso contra Juan Rana). En términos generales, el espacio escénico se usaba de una manera convencional, esto es, como lugar en el que se representa. De hecho, el carácter metateatral de la obra favorecía dicho uso.

 La relación entre lo mostrado y lo oculto se ve claramente en dos episodios: 1) en aquellos momentos en los que el inquisidor general admite –ante Dios– que se ha reído de las chanzas y burlas de Juan Rana y se refiere a los martirios a los que se ha sometido y 2) cuando, al haber muerto ya Juan Rana, aparecen ranas en el escenario a modo de lluvia anfibia (si atendemos a la escena es como si lloviesen, pero si el espectador se desliga del hecho teatral para analizarlo externamente sabe que son otros actores los que están introduciéndolas en el escenario), 3) los momentos en los que uno de los actores superpone su voz desde detrás del paño (en esas ocasiones se acompaña a la voz de una iluminación general escasa al tiempo que se ilumina la parte por la que está el paño, de manera que voz e iluminación coincidan). Otros momentos de vínculo de la iluminación con la ficción son aquellos en los que se utiliza iluminación «de discoteca» para algún entremés más vivaz y otros en los que se emplean pompas de colores que flotan en el espacio escénico a una velocidad moderada, lo que ayuda a ralentizar el ritmo. 

 La escenografía varía bastante a lo largo de la obra, y las modificaciones suelen venir determinadas por el cambio de entremés o pieza breve. Como bien se apunta en el título de la obra, Andanzas y entremeses de Juan Rana, esta se desarrolla mediante entremeses, por lo que la escenografía, el vestuario y los papeles de los actores cambian con bastante frecuencia. 

Los objetos que se emplean en la obra son de diversa índole y su uso depende, las más de las veces, del cambio escenográfico. Así, podemos distinguir, fundamentalmente, tres tipos de objetos: 1) los instrumentos, 2) objetos con un impacto notable en la escenografía y 3) objetos circunstanciales. Al primer tipo pertenecen la caja, la vihuela o la guitarra (siendo este último el instrumento –junto con la voz– el más usado a lo largo de la obra). Al segundo tipo pertenece la escenografía fija como puede ser el tablado, el paño y las rampas. Por último, al tercer tipo pertenecen, por ejemplo, las ranas que llueven en el escenario o las escaleras que aparecen en alguna de las escenas. 

La función del vestuario es, por decirlo de alguna manera, adaptarse al entremés que se representa. De este modo, todos los actores representan al principio el papel de inquisidores y, por tanto, van vestidos acorde a dicho papel, pero muchos de ellos cambiarán de vestuario al mudar de papel. Así, el torturador hará de criada, y otro de los inquisidores de Bernarda.

En cuanto a los personajes, está claro que Juan Rana es el protagonista, pero también encontramos personajes secundarios, como el inquisidor general, el torturador, Velázquez, Calderón, Bernarda; y terciarios, como el resto de inquisidores. 

La música tiene un papel clave en Andanzas y entremeses de Juan Rana, ya que se trata de una obra musicalizada que se encontraría en un punto medio entre una obra no musicalizada y un musical. Asimismo, la música está pensada acorde con la escena, de manera que cada pieza tiene como objetivo la sintonía con esta y la del conjunto con el público, por lo que a los entremeses más vivaces les corresponderán, por ejemplo, versos y frases cantadas al ritmo de rumba. 

El ritmo de la obra es vivaz y, en ocasiones, allegro, pues los entremeses están cargados de música y hay una escasa frecuencia temporal entre las actuaciones actorales, lo cual hace que el espectador no tenga apenas tiempo para entretenerse. Sin embargo, los dos primeros tercios de la obra tienen un ritmo más vivaz que el último, en cuyo inicio –de carácter allegro– se nota una ligera ralentización del ritmo que afecta a la totalidad del ritmo de la fábula.

La obra contiene muchas escenas llamativas, así que señalaré dos de ellas. En uno de los entremeses, Juan Rana se transforma en estatua y actúa como tal. Impresiona en este caso la entereza del actor para interpretar al representante-estatua durante tanto tiempo. Por otra parte, Juan Rana representa, en otra de las escenas, a su pintura. Esta no es estática como la estatua, sino que va cambiando con las decisiones de otros personajes, que la manipulan al ritmo de canciones. 

Esperaba ver una obra que sintetizase, de manera cómica, las andanzas de Juan Rana, por lo que la representación me satisfizo. A mi modo de ver, el espectáculo puede disfrutarlo cualquier espectador que quiera aproximarse al teatro aurisecular de una manera alegre y mínimamente concienciada. Digo «concienciada» porque considero que en esta colaboración de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y Ron Lalá se ha hecho un trabajo encomiable con la figura de Juan Rana, lo cual puede verse en la recuperación de textos de Calderón o Moreto, pero también en el uso de la escenografía que imita la manera en que, en ocasiones, se montaba en los corrales de comedias. El resultado no es solo una obra, sino un homenaje a la figura del gracioso, a la profesión actoral y a la risa. A dicho homenaje le acompañaron, al finalizar la función, las ovaciones del público del Teatro Principal de Valencia.

Teatre Principal de Va´lència, del 3 al 5 de diciembre de 2021

Intérpretes: Juan Cañas, Íñigo Echevarría, Daniel Rovalher,
Fran García, Miguel Magdalena; Textos: Pedro Calderón de la Barca, Agustín
Moreto y otros; Versión y dramaturgia: Álvaro Tato; Dirección: Yayo Cáceres; Idea original y creación colectiva: Ron Lalá; Composición y arreglos: Yayo Cáceres, Juan Cañas, Miguel Magdalena; Dirección musical: Miguel Magdalena; Iluminación: Miguel A. Camacho; Escenografía: Carolina González Sanz; Vestuario: Tatiana de Sarabia; Diseño de sonido: Eduardo Gandulfo; Jefe técnico: Eduardo Gandulfo; Técnico de luces: Javier Bernat; Maquinista: Elena Cañizares; Fotografía y diseño: David Ruiz; Prensa: María Díaz; Coproducción: Compañía Nacional de Teatro Clásico y Ron Lalá.

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