Elegancia, sencillez y sensibilidad: «Una llum tímida», de África Alonso

María Sáez Gómez.

Una luz tímida -originalmente Una llum tímida– llegó a Valencia el pasado mes de febrero en su versión en castellano para ocupar el escenario del Teatro Talía durante una semana y media, del 22 de febrero al 5 de marzo. Estrenada en el Festival Berdache de l’Hospitalet de Llobregat en el año 2020, ganó el premio a Mejor Espectáculo Musical de la temporada 2020-2021 en la cuarta edición de los Premis Teatro Barcelona. Creada por Àfrica Alonso y Andrea Puig, y bajo la dirección de Marilia Samper, esta producción de la compañía teatral La Cicatriz no ha dejado de cautivar y emocionar al público allá por donde ha pasado.

Una luz tímida está basada en una historia real, la historia de amor entre Isabel (Àfrica Alonso) y Carmen (Júlia Jové), dos profesoras que se enamoraron a finales de la década de los años 50, durante la dictadura franquista, y cuya relación estuvo marcada por la represión y el estigma propios de la época. Así, la obra sigue a estas dos mujeres durante los casi cuarenta años que se amaron, desde los tímidos e inocentes inicios hasta el más triste de los finales.

Si hubiera que describir esta producción con tres palabras, estas serían sin duda alguna elegancia, sencillez y sensibilidad. En el escenario, pocos elementos nos hacen falta para situar la escena: apenas unos pupitres, unos pocos libros y una pizarra para representar el aula del colegio donde se conocen las protagonistas, y una cama, una lámpara y una mesita para la habitación de la casa de Isabel, el refugio de este amor. Estos serán los dos espacios donde se desarrolle fundamentalmente la obra. La pizarra del colegio, siempre presente en un lateral del escenario, servirá para guiar al público en la cronología de la historia, puesto que las actrices irán apuntando en ella, de manera sutil y perfectamente integrada en la escena, el año en el que se sitúa en cada momento la historia.

Una de las decisiones técnicas que más puede llamar la atención del público es quizá la de incluir a las músicas – una guitarrista y una chelista- dentro de la propia escena, entre el decorado y las actrices, a plena vista. Estas tocarán en directo toda la banda sonora de la obra, tanto las piezas instrumentales como aquellas cantadas por las actrices -compuestas por las propias Àfrica Alonso y Andrea Puig-. Esto aporta una sensación de comunidad entre músicas y actrices, de consciencia de la propia representación, de saber que son todas partes fundamentales de algo importante, de una historia que merece ser contada. La iluminación, siempre cálida, termina de crear este ambiente íntimo al que el público atiende con expectación y respeto.

Como ya deja entrever esta colocación de las instrumentistas dentro del escenario, la música supone uno de los elementos más importantes en la representación de la obra. Cada segmento musical contribuye a la creación del viaje emocional por el que se lleva al público de la mano. Las actrices cumplen en todo momento con los requerimientos vocales de cada pieza. Sus voces dulces y limpias nos transmiten la ternura que habita en todo momento en la base de esta historia. No obstante, en otros momentos la música se yergue como elemento principal en la creación de tensión en la obra.  La terapia de electroshocks que recibe Carmen en un momento dado será representada frente al público con la actriz sentada en una silla en el centro del escenario, alumbrada con un foco directo que deja en oscuridad al resto de la escena, y el sonido de una guitarra eléctrica distorsionada. La guitarrista, que había acompañado hasta ahora a esta historia con el amable sonido de una guitarra acústica, abandona en este momento su posición y, caminando alrededor de la actriz, que grita y se revuelve en su asiento, rasga con fuerza las cuerdas de su instrumento, imitando las descargas eléctricas que la protagonista está recibiendo. Esto se repetirá en cada episodio psicótico que tenga la profesora durante el resto de la obra como consecuencia de los daños causados por esta terapia. La asimilación entre el sonido de la guitarra y las descargas de electroshocks se completará hasta tal punto que es sencillo que uno se encuentre sin querer tensándose en su asiento y agarrando con fuerza los reposabrazos del teatro cada vez que observa cómo la guitarra acústica está siendo sustituida en los brazos de la música por la estruendosa y agresiva guitarra eléctrica. 

En cuanto al trabajo de las actrices, poco hay que objetar sobre su actuación. Durante toda la representación, ambas se encuentran acertadísimas en su actuación. Totalmente hipnóticas, logran captar en todo momento la atención del público, que se encuentra durante prácticamente toda la obra conteniendo la respiración, ya sea por estar siendo testigo de un amor frágil que se está fraguando, como por estar asistiendo a las dificultades de un amor ya maduro y golpeado por la sociedad. Ambas actrices logran transmitir la transformación que sufren sus personajes a lo largo de los años que abarca la obra. Al principio de la representación, Alonso encarna a una Isabel joven, enérgica y algo torpe, que fantasea entre clase y clase con poder pasar algo de tiempo con Carmen, la compañera de la que está completamente enamorada. Así, no para de pensar en estrategias para encontrarse y acercarse a ella, provocando la risa tierna del público en numerosas ocasiones. Por otro lado, Jové nos ofrece a una Carmen que se muestra dulce, pero también mucho más recatada y sumisa ante las expectativas de lo que su familia, la sociedad y el régimen esperan de ella. Aun así, es sencillo para los espectadores enternecerse al ver a la profesora ceder poco a poco a lo que siente y a las tímidas propuestas de Isabel, que intenta no asustarla. No obstante, conforme la obra avanza y las protagonistas se enfrentan a las trabas que la sociedad pone a su amor, ambas actrices encarnarán a sus personajes desde un lugar mucho más maduro y también más castigado. Vemos ahora a unas Isabel y Carmen cansadas, que luchan contra viento y marea cada día, pero que, aún así, no pierden la ternura y el amor que se tienen la una a la otra.

Una luz tímida es un perfecto ejemplo de que no hace falta un gran despliegue técnico para hacer llegar al público una historia, sino que en este caso son la sencillez y la elegancia las que hacen de esta representación un regalo que nadie debería perderse. Además, el respeto con el que se cuenta la historia de Isabel y Carmen es sumamente emocionante. El elenco sabe que está contando algo importante, una historia que se ha contado demasiadas pocas veces y que forma parte de un conjunto mucho mayor de relatos olvidados sobre personas que, al fin y al cabo, no pudieron vivir su vida tranquilas. El carácter político de representar una obra como esta, no solo no es ignorado por los miembros de la compañía, sino que es resaltado por estos en todo momento. Al final de la representación, como último gesto, una de las actrices escribe en la pizarra “esta obra está inspirada en una historia real”. Esta frase queda ahí suspendida durante los aplausos finales (con el público puesto en pie, por cierto), los saludos del elenco y durante la salida del público, como flotando en el aire entre todo el barullo teatral, para recordarnos que Isabel y Carmen existieron y, como ellas, también lo hicieron María y Ángela y Marta y Lucía y Paco y José y Carlos y Marcos, y un sin fin de nombres que se quisieron -o que no, porque no hace falta amar a otro para ser lo que uno es y ser reprimido por ello- y que fueron borrados no solo de la historia, sino de sus propias vidas.

Teatre Talia, del 22 de febrero al 5 de marzo de 2023

Autora: Àfrica Alonso Bada; Dirección Marilia Samper; Composición musical Andrea Puig Doria y Àfrica Alonso Bada; Reparto: Júlia Jové; Àfrica Alonso Bada; Guitarra Cèlia Varón; Cello Marta Pons | Mireia Pla; IluminaciónVíctor Cárdenas | Ramon Ramiro; Sonido Nuño Vázquez; Vestuario Núria Llunell; Asesoramiento de movimiento Nora Baylach y Kevin Antequera, Regiduría Laura Nogueira; Fotografía cartel Marina Roca; Fotografía de escena Laura Abad | @santa_lux; Diseño gráfico Anna Gràcia; Escenografía Cia. Una Llum Tímida; Producción Ejecutiva Àfrica Alonso y Helena Gràcia; Marketing y comunicación Helena Gràcia; Distribución Mediterránea

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