Kawtar Bounia.
«La locura es un mundo de libertad. Es la manifestación del yo en estado puro […]. Las instituciones médicas convierten a los locos en cadáveres vivientes» (Weiss, 1994)
El día 29 de mayo tuve la oportunidad de presenciar la puesta en escena de la pieza teatral Marat/Sade en el Teatre Micalet. El espectáculo ha sido realizado por los estudiantes de tercer curso de la Escuela del Actor de Valencia como trabajo final de la asignatura de Técnica Corporal, bajo la supervisión del profesor Yevgeni Mayorga. La representación conforma una adaptación de la reconocida obra teatral –de título homónimo– escrita originalmente por el dramaturgo alemán Peter Weiss en 1963. Uno de los aspectos más destacables de la obra es su premisa metateatral: el grupo de personajes, que en todo momento se mueven en escena, se encuentran encerrados en el manicomio Charenton debido a su supuesta locura. En este espacio, dichos personajes se sumergen en la organización de la representación de una obra teatral sobre la persecución y asesinato de Jean-Paul Marat, dirigida por el Marqués de Sade, cuya figura también se ficcionaliza. El ensayo de la obra por parte de los personajes conforma el núcleo de la trama.
El segundo plano de la ficción lo introduce, al comienzo de la obra, la figura de la narradora. Siguiendo la estela de las acotaciones textuales, comenta que se va a realizar un ensayo de una obra teatral al tiempo que sitúa el primer plano de la acción en el espacio del manicomio. Una de las novedades que se han introducido en la adaptación es que, mientras que en el texto original los personajes realizan una representación cerrada de la obra, aquí se realiza un ensayo que les permite, dentro de la emancipación que les habilita la locura, trascender el papel que están representando y, en ese gesto, aportar una mirada dislocada que interfiere en los sentidos históricos oficiales. En esa línea, si ya en el texto de Weiss resulta interesante la elección del discurso de la locura para interpretar los sentidos históricos que circulan en torno a un personaje como Marat, el hecho de convertir la representación en ensayo abre el camino hacia una mayor conexión entre los dos planos diegéticos que, al mismo tiempo, permite un mayor grado de crítica y reflexividad.
Por otra parte, si bien la obra es bastante fiel en la representación de los personajes, hay algunos que no aparecen en el texto original, como el caso del consejero. Esto se debe a que en la adaptación se ha realizado un desdoblamiento de personajes, al fin de acomodar los diecisiete —unos pocos más que los once personajes de la original— alumnos que conforman la clase. Con este fin, se han extraído algunas intervenciones de algunos personajes originales para dárselas a algunos nuevos, sin mayores añadidos que los imprescindibles para una mayor cohesión. De esta manera, por ejemplo, se ha creado al consejero de Marat, quien, al utilizar sus propias palabras3, incluso puede ser entendido como una personificación de su conciencia, que ayuda a poner en escena y exteriorizar sus debates y dilemas internos.
La importancia otorgada al cuerpo como medio de representación teatral es otro elemento innovador de esta adaptación. Esto favorece la concepción de la locura como una forma de libertad y como transgresión, permitiendo así el estallido de la corporalidad en escena. La apuesta estética corporal, pues, ofrece numerosas posibilidades de representación, algunas de las cuales se han visto reflejadas de manera brillante. Por ejemplo, tienen lugar varios tableaux vivants de cuadros de renombre, entre los cuales he podido identificar «La libertad guiando al pueblo», «La muerte de Marat», «Saturno devorando a su hijo» y «La última cena». Estos cuadros, que representan momentos históricos que imbrican la revolución y la violencia, se complementan con la trama y con los debates políticos que se desarrollan en la obra en torno a los objetivos, usos y alcances de la Revolución.
La inclusión de los tableaux vivants en la adaptación de Marat/Sade no solamente cumple una función temática y estética, sino que también se convierte en un recurso creativo para construir y delinear la espacialidad en la puesta en escena4. Aunque el primer plano diegético se sitúa en el espacio único del psiquiátrico, donde solamente hay una silla, los personajes logran crear los diferentes espacios que conforman el segundo plano utilizando precisamente el cuerpo como medio de representación. Por tanto, los personajes adquieren una multifuncionalidad que los erige simultáneamente en subjetividad y espacialidad, en individualidad y colectividad. Un ejemplo claro de esta construcción del espacio a través del cuerpo es la representación de la famosa bañera de Marat, espacio en el que fue asesinado en 1793 a manos de Carlota Corday. En lugar de utilizar una bañera real en el escenario, los actores y actrices se unen físicamente, formando una estructura con sus cuerpos, sobre la cual colocan un manto blanco. Este ingenioso uso del cuerpo como elemento arquitectónico permite que el público identifique el espacio de la bañera y reconozca la icónica escena. Mediante movimientos coreografiados y gestos precisos, el elenco logra construir la ilusión de espacios concretos, a pesar de la ausencia de elementos escenográficos tradicionales.
El aspecto interdisciplinario también se refleja en la elección de la música, ya que los personajes entonan melodías –a la manera del coro griego– y danzan al compás de canciones, que se integran de manera cuidadosa y armoniosa. Las canciones seleccionadas se entrelazan de manera fluida con la trama, complementando y realzando los momentos clave de la historia. Así, de la misma manera que los cuadros, la entonación de la «Marsellesa» –himno nacional francés– entronca de manera directa con el contexto de la Revolución Francesa, e introduce la reflexión sobre las relaciones entre Nación y Revolución. En líneas generales, la obra plantea una serie de cuestionamientos filosóficos y políticos sobre la naturaleza humana, la violencia, la represión y el valor de la libertad individual y colectiva. La figura de Sade funciona como elemento desestabilizador que plantea la tensión entre la libertad individual y el control social. No solo aparece en la obra como director, sino también como un personaje más que interactúa y dialoga con su misma creación. Este aspecto introduce la dualidad y confrontación –que se percibe en el mismo título de la obra– entre Sade, en tanto representante de la individualidad y Marat, en tanto representación de la colectividad y de la fe en el valor y el sentido de la revolución como medio del cambio y avance de la sociedad.
En este sentido, Marat/Sade presenta una exploración temática que adquiere una relevancia particular en el contexto actual, marcado por el preocupante auge del fascismo en España y en otras partes del mundo. Los cuestionamientos planteados, a mi parecer, se reactualizan a la luz del panorama sociopolítico español actual. En un momento en el que los valores democráticos y los derechos humanos se ven amenazados, esta interesante adaptación nos invita a reflexionar, mediante la potencialidad que ofrece el discurso de los dementes –conceptualizado a través de la corporalidad–, sobre la importancia de la libertad, la justicia y la resistencia frente a la opresión. En definitiva, la obra nos incita a cuestionar el statu quo y a mantenernos vigilantes ante cualquier forma de autoritarismo o intolerancia.
Teatre Micalet, 29 de mayo de 2023.
Dirección: Yevgeni Mayorga; Intérpretes: Promoción 2020-2024 de la Escuela del Actor.