Clara Schäffer.
“Lo único real en el escenario es cuando algo se rompe”, explicó Ion Iraizoz sobre su obra teatral El simulacro. La comedia superrealista fue dirigida por Ion Iraizoz y se estrenó en la Sala Ultramar en Valencia. El tiempo escénico fue aproximadamente una hora y el mismo director y su pareja Gloria March actuaron como únicos protagonistas de la obra. El escenario se constituía de dos paredes de madera que simulaban una habitación con un suelo rojo; en esta también podíamos encontrar dos sillas rojas, una planta de plástico, una radio y una mesa. A lo largo de la obra una cocina con dos sillas de juguete, el escenario en formato miniatura y un juego de construcción se unían al escenario y se convertían en elementos importantes para la actuación. A continuación, voy a explicar el argumento de la obra representada. Por consiguiente, hablaré sobre la actuación y su efectividad, después presentaré los elementos escénicos y terminaré con una valoración personal de la obra.
La obra se introduce con la frase: “la ficción embellece las cosas.” Por lo tanto, durante la actuación, se plantean varias preguntas como las siguientes: ¿qué es la realidad?, ¿qué podemos considerar como verdadero? y, ¿quiénes somos? Los dos personajes están encerrados en un espacio y simulan situaciones diarias, inspiradas por sus deseos, y las graban con una cámara. En consecuencia, hay dos espacios dramáticos: uno en el escenario y otro en la pantalla con una imagen cortada, proyectada en la pared. Las situaciones diarias representan siempre a dos personas que no se conocían. Estas empiezan una conversación con la que comienzan a establecer cierta relación con la otra persona. En el intermedio entre las simulaciones, analizan su actuación de las escenas grabadas y deciden cual será la siguiente simulación, la siguiente idea que quieren grabar. La obra comienza con la primera escena en la que las dos personas se encuentran en una sala de espera de un veterinario y empiezan a charlar sobre sus mascotas. La conversación termina con que la mujer rechaza su invitación al cine. En la siguiente grabación, al entregarle la cena a ella, le convenció de quedarse para cenar juntos, aunque no se habían conocido. A continuación, bailan juntos, pero no se sienten a gusto. El clímax se alcanza cuando la protagonista femenina, incapaz de sentir algo, empieza a sentir placer rompiendo todo el escenario. Él se asusta de verdad y de nuevo se plantea la pregunta de qué es real y qué es solamente actuado. Mientras ella confiesa que también esta escena era actuada y que solamente imita las expresiones de la persona de en frente, él no parece entender nada y estar confundido. Sin embargo, deciden continuar y representar otra situación. Esta escena muestra a ambos, están conversando sobre el espacio escénico en miniatura, la cocina pequeña y el juego de construcción como si se tratara de una casa real. Por consiguiente, ella se la compra. A través de la casa en miniatura, que contiene los mismos elementos que el verdadero espacio escénico, explican la obra y su ideología. Dos desconocidos se acercan a través de simulaciones grabadas en una cámara de video, cuestionan la base de nuestra sociedad y sus códigos. Muchas veces confunden la realidad con su propia ficción en la cual están buscando cierto tipo de certeza y sentido de vida. Como final, la obra termina con las dos personas, sentadas en frente del público. La pantalla, otra vez, nos ofrece otra perspectiva que está proyectada en la pared. Por lo tanto, ellos se ven desde atrás, sentados en una montaña, contemplando el atardecer y cuestionando la existencia humana.
La ideología de la obra es clara: demostrar que la realidad es solamente una entidad construida por nosotros mismos, por nuestros deseos, imaginaciones e ideologías. A pesar de que nos percibimos como entes autónomos, perseguimos ciertos códigos, funcionamos en una sociedad construida y no sabemos quiénes somos de verdad. Juzgar la actuación de los protagonistas resulta difícil, de modo que en esta comedia superrealista no se puede distinguir cuándo los personajes simulaban una videograbación y cuándo querían parecer creíbles. Además, ellos mismos se juzgaban en el transcurso de la obra. Como ejemplo, el personaje femenino dijo que la escena en la que el hombre lloraba no le parecía creíble. Otra escena donde el hombre se reía tampoco tenía pinta de ser natural, pero no resulta claro si querían ser creíbles o no. Esta confusión, una simulación en una actuación, entonces dos ficciones simultáneas, nos llevó exactamente al objetivo del autor: confundir, cuestionar, juzgar. Por un lado, la obra no permitía al público identificarse con los personajes en las simulaciones, ya que salían a menudo de su papel cuando ellos mismos calificaban su actuación. Por otro lado, sí me identificaba con la confusión, este sentido de pérdida de control cuando nos damos cuenta de que vivimos en un mundo construido, en el que hasta nuestros deseos son un producto de nuestra sociedad. En resumen, Ion Iraizoz como productor y actor logró transmitir su perspectiva y asumimos que quería que nos sintiéramos igualmente perdidos y confundidos.
Antes de terminar con la valoración personal, el siguiente párrafo representa una corta descripción de los elementos utilizados. En general, el elemento de la iluminación resulta muy importante en esta obra. Mientras que en las simulaciones grabadas la luz era cálida y reducida, el escenario se iluminaba completamente entre ellas para señalar los diferentes niveles de la obra. Aparte de la iluminación utilizada para la distinción entre las diferentes ficciones, se podría deducir que la iluminación sirve para indicar una nueva escena y al mismo tiempo anunciar una reflexión sobre la actuación. Además, cabe señalar el vestuario como elemento muy básico. Ambos llevaban un pantalón y jersey o una camiseta en colores muy básicos, otro factor que nos impide una verdadera identificación con los personajes complejos que sí nos explicaron su visión sobre el mundo, pero parecían estar en un espacio paralelo, sin tiempo ni lugar. La música como elemento sirve primero para bailar y después para causar emociones. En este segundo empleo, una canción melancólica de ópera le hizo llorar a él, mientras ella, como en todo el transcurso de la obra, se quedaba quieta. Otra vez, ella no parece sentir nada, está insegura, mientras él se deja llevar y expresa sus emociones. Sin embargo, debemos preguntarnos, ¿cuál de estas actuaciones diferentes es verdadera? ¿La de llorar o de parecer inmóvil? A esto se añade la música de fondo de una guitarra eléctrica, muy suave y tranquila, que nos llevaba a sentirnos como si estuviéramos en otro espacio. En resumen, la iluminación, el vestuario y la música contribuían a esta extraña emoción de sentirnos atrapados en un mundo creado a base de mentiras.
Este último párrafo tiene el objetivo de valorar la obra desde mi punto de vista. Durante y después de la obra, he reflexionado sobre nuestra sociedad y su funcionamiento. Además, como mencionado anteriormente, podía identificarme con el sentimiento de pérdida e inseguridad sobre este mundo construido por nosotros mismos. Por un lado, me gustó el hecho que explicaran la ideología de la obra. No obstante, no nos dejaron descifrarla nosotros mismos, ya que la explicaron mucho a lo largo de la obra. Después de la actuación, los dos actores nos invitaron a quedarnos y charlar un poquito sobre la obra. Una cita de la charla final sirve perfectamente para describir la obra y su objetivo: “la simulación de una pérdida de control cuando todo en verdad está muy controlado”. Junto a la cita que introduce esta reseña, expresa mucho sobre el teatro y nuestra sociedad. Como se puede observar también en La vida es sueño de Calderón de la Barca, nuestra propia ficción crea nuestra realidad, aunque en este caso no son sueños, sino actuaciones grabadas en una cámara. Por lo tanto, la vida humana se parece mucho al teatro. Nuestro mundo, basado en mentiras; nuestro comportamiento, definido por imitaciones y códigos. Además, el juego con las dos ficciones, una “real” en el escenario y otra en la audio-grabación, contribuía bastante al efecto de la no-distinción entre lo real y lo actuado. En resumen, la obra me emocionó bastante y recomendaría ir para cuestionar y desilusionar nuestros propios deseos y nuestra vida, porque en realidad no sabemos quiénes somos, ni a dónde vamos.
Sala Ultramar, del 19 al 22 de octubre de 2023
Dirección: Ion Iraizoz; Reparto: Ion Iraizoz y Gloria March; Mirada externa: Albert Pérez; Dramaturgia: Ion Iraizoz, en colaboración de Albert Pérez y Gloria March; Espacio escénico: Los Reyes del Mambo; Diseño de sonido: Adolfo García; Ayudante de dirección: David Mallols; Diseño cartel: Emilio Lorente; Fotografías: Irati Aizpurua y Raúl Sánchez; Producción: La Caja Flotante; Colaboran: Gobierno de Navarra, TEM Teatre el Musical y Festival de Olite