José Bohórquez.
María la Jabalina es un monólogo teatral escrito por la dramaturga, directora teatral y actriz saguntina Lola López. La lectura dramatizada por comentar es aquella organizada por el Ayuntamiento de Faura dentro de su programación por el día de la mujer, representada en la Casa Gran el 23 de marzo del 2024 y producida por la compañía teatral Hongaresa. La dirección escénica y la interpretación estuvieron a cargo de Lola López.
El monólogo narra y representa la vida y muerte de María Pérez Lacruz, militante anarquista española perteneciente a la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias, fusilada por las fuerzas franquistas. Conocida más ampliamente por su seudónimo María la Jabalina (debido a que su familia procedía de Jabaloyas) la militante es recordada por el infame e ilegal juicio que se realizó en su contra, proceso que resultó en su fusilamiento, siendo ella la última mujer ejecutada por la dictadura franquista en el llamado Paredón de España, en Paterna.
La obra toma el punto de vista de varios personajes, entre ellos Lola Pérez, nieta de María la Jabalina, Isabel Lacruz, madre de la Jabalina, Isabel Lacruz, uno de los encargados de su ejecución y un anarquista preso que dictó falso testimonio en contra suya.
La puesta en escena se logró maravillosamente. La escenografía y la utilería es manejada de forma genial: destaco en especial grabaciones propagandísticas de la Guerra Civil acompañadas de cantos populares, material audiovisual retratando a la España de los años 30, música clásica, armas de fuego, periódicos y revistas viejas, e incluso dinosaurios de juguete como metáfora a la cruel bestialidad de los militares nacionalistas (decisión que inevitablemente, y no puedo resistir decirlo, me recuerda a un verso de Charly García: “Los dinosaurios van a desaparecer”).
Enumerado de esta forma el uso de estos elementos puede parecer excesivo, más aún tratándose de un monólogo. Sin embargo, los recursos están manejados de un modo tal en el que absorben por completo al espectador, y sustraer algún elemento escenográfico restaría fuerza poética a la representación.
El juego metaficticio presente en la obra es también muy llamativo, pues la narradora se presenta inicialmente como Lola Pérez, nieta de María la Jabalina. Me arriesgo a decir que entra en lo metaficticio porque la actriz misma se llama Lola López y porque los eventos narrados en la obra son casi todos históricos, pero acompañados de una dosis fuerte de declamación poética y una narración anacrónica, lo cual mantiene el suspenso de preguntarse qué es verdad y qué es ficticio en la representación. Esta duda se alivia, en parte, cuando la ficción se rompe hacia el final, donde el personaje de Lola Pérez revela que ella no es la nieta de María la Jabalina, porque su hijo o hija fue robado y dado en adopción. Cualquiera en el público podría ser el nieto o nieta de la miliciana, afirma, rompiendo la convención de la cuarta pared en el proceso.
Como ocurre con todas las leyendas, la separación entre vida y ficción es enormemente difícil de trazar, y la obra hace un trabajo magnífico dando a entender aquello: el espectador sale del teatro sin saber con certeza qué es histórico y qué no. Lo que sí comprende, no obstante, es lo más esencial. El sentimiento de indignación por la enorme crueldad con la que un régimen trató a una joven obrera, el robo de su hijo o hija, y el olvido en el que la quisieron condenar, a ella y a tantas otras mujeres anónimas cuyo martirio no ha merecido siquiera la memoria.
Destaco también el lenguaje utilizado en la obra, poético, poderoso, incluso febril en ocasiones. Hay un balance excelentemente logrado entre estética y ética.
La única crítica que puedo realizar a la representación es la sala. Fue muy agradable asistir a un monólogo teatral en una casa antigua magníficamente decorada, pero la disposición de las sillas, la falta de un escenario elevado sobre el suelo y el reducido espacio hicieron que sea muy difícil ver qué estaba pasando en escena.
Pese a esta crítica, disfruté enormemente asistir a este monólogo. Es esperanzador ver que desde los propios ayuntamientos se esté concientizando acerca de figuras olvidadas que merecen nuestra atención; y el hecho de que aquel propósito ético compagine con ambiciones estéticas hacen que la experiencia teatral sea muy difícil, violenta incluso, pero también combativa, reivindicadora y agitante.
Casa Gran de Faura, 23 de marzo de 2o24
Texto, dirección y actuación: Lola López; Ayudante de dirección: Fèliz Vilata; Iluminación; Raquel Escriche; Audiovisual: Giovanna Ribes: Realización utilería y diseño gráfico: Damián Gonçalves; Cuadros: Jaime G. de Haro; Textos: Manuel Girona, Rafael Alberti, Paca Aguirre, César Vallejo; Locutor radios: Lluís Miquel Company; Espacio sonoro: Miguel Alarcón; Sastra: Paquita Ruiz; Fotografía: Juan Miguel Z.; Técnicos: Damián Gonçalves y Raquel Escriche; Ayudante de producción: Ana Cusí; Producción: Lydia García.