Pedro J. Moreno Lozano.
Totalitarismo, una compañía argentina y española, con la actualidad de Milei, el auge de la ultraderecha en Europa y en general en el mundo, y en clave de comedia… ¿cómo no dejarme llevar? Seducido por tan bullangueros factores, no me lo pensé demasiado en reservar entradas. Tuve la suerte de asistir a la última función pues la compañía cerraba la temporada del espectáculo.
El comienzo abrumadoramente disruptivo corta la todavía animada conversación del patio de butacas con un formidable trueno perfectamente asistido por relámpagos de luz estroboscópica. La tormenta se ha desatado anunciando la metáfora que recorre toda la representación: ¡la que está cayendo! Es una lluvia que lo impregna todo… y apesta, según expresan los personajes nada más aparecer en escena: “Nunca había visto llover así en Buenos Aires. ¡Nunca! // ¡Y qué mal huele! ¡Esta lluvia apesta!”.
La primera escena ofrece una interesante dualidad cruzada entre los dos personajes. Por un lado, Matías Buey, argentino oriundo, sencillo, dócil y voluntarioso, práctico hasta lo simplón. Se divierte burlándose de la gallega. Esta es Joana ([dʒuana], con acento catalán) por sobrenombre juanadearco2022, catalana de ascendencia italiana residente en Argentina; perfil tecnológico e intelectual, contemporánea, teórica y rigurosa. Ambos han llegado primero porque son los encargados de preparar el escenario para el evento.
No tardará en aparecer la lideresa, acompañada por un nuevo efecto de rayos y truenos, colgada del móvil en una llamada que delata sus truculentos negocios inmobiliarios. Su nombre, cómo no, Victoria; jefa, propietaria y empresaria superficialmente carismática, manipuladora y sin escrúpulos. Los tres, según llegan, se visten el uniforme del movimiento, un sencillo mono azul de trabajo -obrerismo años 20- con el emblema NOS cosido en el brazo. (Aunque en ocasiones el reparto asciende a cuatro, en esta representación se reduce a tres actores). El atrezzo es elemental, mínimo, una escalera de pintor, un cubo, algunos trastos y una silla vacía porque la instrumentista no vendrá. Resulta intencionadamente chusco para un gran evento.
Se trata del encuentro fundacional del Movimiento NOS y la gente del público somos los participantes del acontecimiento, seleccionados e invitados expresamente de acuerdo con nuestros perfiles en redes sociales. La burla de la solemnidad del acto se trasluce en la parodia del caos organizativo: todo sale mal en una planificación ya de por sí ridícula. Como ejemplo, ya hemos dicho que la chelista encargada de vestir musicalmente el espectáculo no acude, pero envía los audios por wasap y al reproducirlos se producen errores de colegio.
La crítica ideológica se deja ver en la cruda fotografía de los mensajes populistas, saturados de tremendismo y centrados en los típicos lemas:
Convencer/implicar a la audiencia de que están allí porque forman parte de los elegidos.
Elemento de la paranoia: cuidado, nos vigilan incluso a través de la huella digital.
La clandestinidad es conveniente, incluso necesaria.
Todo está fatal, el sistema ha fallado: suben los alimentos, el alquiler, el combustible, la luz, pero bajan los sueldos y las pensiones.
La casta política nos estafa, los extranjeros nos invaden, etc. ¿Qué va a ser de la Patria?
PERO ha llegado un movimiento distinto: NOS. ¡Ahí es nada! La reafirmación de la propia idiosincrasia en un símbolo colectivo de primera persona, incluso jugando con el plural mayestático y el voseo “no sos vos, sos NOS”, y esas bromas.Ahí, de nuevo, parodia organizativa con el himno en playback defectuoso, el fuego que se apaga, la bandera que no ondea, el ventilador que no funciona, y otras comicidades similares, siempre conducidas con maestría en una hilarante labor actoral.
La importancia del ritmo y la gestualidad es relevante. Todo el desarrollo escénico está impregnado de movimientos corporales perfectamente guionizados en una suerte de disonante armonía con el texto, apoyados por la rítmica repetición de algunos ítems. Así, cada vez que algún personaje pronuncia el nombre del Movimiento dentro de una frase, “NOS”, los otros hacen un gesto característico, (con los brazos remedando un abrazo, con los brazos en paralelo haciendo la forma de los palos superior e inferior de una S) parodia del saludo nazi que se asocia como saludo oficial del Partido.
Esta bufonada que tiene como objetivo expreso “incorporar los mensajes” por medio de una gestualización histriónica lleva a algunas escenas culminantes como una en la que los personajes acaban en una coreografía absurda mientras repiten en salmodia el eslogan “PENSAR ES CASTRAR, PENSAR ES CASTRAR”. Hay una constante apelación a la manipulación y la creación/re-creación del lenguaje, que recuerda a la neolengua de Orwell. Así, con el acrónimo PDRDD se referirán a Palabras que deben retirarse del diccionario. Otro ejemplo lo encontramos en la escena “PALABRAS NO SON DAGAS”, en la cual, con una marcada estridencia vocal acompañada de percusión metálica, se gritan insultos a modo de reivindicación. “marica, bolita, negro, chinito, paisha, moro, nenaza, soplanucas; la escena subraya el cinismo con que se niega la voluntad de herir y humillar a través del lenguaje.
Igualmente, hay una alusión directa a los lemas de Milei, como “la motosierra” o “viva la libertad, carajo”, mezclados con el metadiscurso acerca de massmedia /redes sociales /fake news sobre el trasfondo de la fragilidad del individuo esclavizado por su celular, todo entre auténticos balbuceos de emoción y falacias justificadas por inducción y abducción lógica. Parte del éxito del guion reside en mezclar ideas que nos resultan cercanas con el absurdo intolerante al que llevan sus silogismos, cayendo frecuentemente en ridículas contradicciones. La reflexión consiste la ácida revisión crítica del populismo totalitario.
El lenguaje de los diálogos está plagado de una ironía que llega a ser cruel entre ellos mismos. De hecho, la presentación de los personajes se completará a través de monólogos insertos con iluminación aparte, en clave onírica, en los que cada personaje retrata su intimidad:
Matías: es un pringao que se siente rechazado y al que en el colegio y en el trabajo acusaban de marica; él se intentará reafirmar repitiendo “Pero no, yo soy un héroe”.
Jo(u)ana: “yo fui a un colegio de monjas, quería ser misionera…” En la 2ª aparición evidencia una especie de posesión infernal que la convierte en fascista.
Victoria: mujer vencida por la presión de la ejecutiva agresiva, se siente vieja y amenazada.
A lo largo de la pieza, ellas evolucionarán en su personaje, él nunca. Podemos resumir la evolución de los personajes en los siguiente trazos:
Matías irá quedando atrás según avanza la obra, cada vez más ridículo e incapaz de responder a las expectativas del aparato ideológico, por lo que acabará expulsado y condenado a “bolsa”.
Victoria queda desautorizada en su liderazgo y la fuerza de su personaje mengua, pues la desastrosa gestión de sus negocios salpica su débil prestigio; acabará condenada a “bolsa”.
Joana se irá creciendo en la misma medida que se radicaliza su postura y el criterio del partido, hasta condenar a sus propios compañeros al sacrificio por asfixia en “bolsa”.
En una escena llena del más completo paroxismo que conduce al clímax, Matías y Victoria se hacen una especie de Harakiri metiendo la cabeza en una bolsa mientras Joana, pidiendo música de Wagner, se transfigura en una mezcla de Mussolini con Georgia Meloni mientras, en un genial alarde interpretativo, profiere a gritos su discurso en un delirio de histrionismo total parodiando la terrible fusión del viejo y el nuevo fascismo.
Tras este apogeo suicida, los personajes reparten entre el público, (no olvidemos que somos los invitados a la fundación del movimiento) una bolsita por si, llegado el caso, fuera pertinente que la utilizáramos para, como si de la capsulita de cianuro de los espías se tratase, auto eliminarnos convenientemente. La bolsita en cuestión lleva una pegatina con una cita de Umberto Eco que nos deja como postrera reflexión:
«El ur-fascismo está aún a nuestro alrededor, a veces vestido de paisano. Sería muy cómodo, para nosotros, que alguien se asomara a la escena del mundo y dijera: “¡quiero vover a Auschwitz, quiero que las camisas negras vuelcan a desfilar solemnemente por las plazas italianas!” Por desgracia, la vida no es tan fácil. El ur-fascismo puede volver todavía con las apariencias más inocentes». (Il fascismo eterno.- Umberto eco 1995)
Técnicamente muy bien solventada, buena coreografía, fresca y desenfadada pero cuidada al detalle. El trabajo actoral, impecable en todos los registros, tanto cómicos como dramáticos. La violencia bien resuelta. Muy destacable el recurso de un espacio escénico tras una cortina traslúcida, tratado, iluminado y coreografiado con brillante resolución. Las entradas y salidas bien medidas. Interacción con el público empática y bien dosificada, destacando el momento en el que invitan a un espectador de la primera fila a que les grabe un vídeo para subirlo a las redes sociales. La iluminación, expresiva, precisa y efectiva. El ritmo escénico, ágil y muy bien conseguido: una hora y cuarto de espectáculo sin acusar fatiga ninguna.
Espacio Inestable, 16 de febrero de 2024
Actuen: Federico Buso, Silvina Katz, Julia Rosell Fieschi; Veu i música: Martina Greiner Vestuario: Ana Markarian; Escenografia: Josep Sarsanedas; Il·luminació: Sebastián Francia Fotografía: geroserre; Entrenament En Canto: Mirta Arrua Lichi; Assistència de direcció: Martina Kuriger; Premsa: Duche&Zarate; Producció: Lucas Lombardía, Marta Parramon; Coreografia: Carla Rímola; Direcció: Martina Cabanas Collell