Andrea Cortés Pastor.
Los días 27 y 28 de abril desembarcó en el Espacio Inestable de Valencia la obra Migrantes. Un espectáculo teatral producido por LAB Project Training y Catalina Peña y guiado por la compañía “Los escultores del aire” con textos de David Pacheco. A través de la dirección de Mai Rojas, en colaboración con el elenco, se consigue amarrar el corazón de los espectadores e invitarlos a un viaje que les hará reflexionar acerca de la migración.
En la sala se abre paso una escenografía sencilla, pero cargada de significado. Una luz tenue acoge dos estructuras rectangulares formadas con barras de metal que darán vida a diferentes objetos y espacios a lo largo de la obra, como un barco o un ataúd. El suelo está recubierto de arena. A un lado, la iluminación cenital da protagonismo a una maleta que, en el silencio previo a la representación, lleva al público a cuestionarse la identidad de su dueño o dueña, lo que podría guardar dentro o qué historias habrá vivido. Por el pasillo central aparecen los actores y actrices llamando especial atención por su vestuario. Caminantes con ropas desgastadas y llenas de polvo. Su mirada se clava en el público y emana angustia e inquietud. A partir de este momento el espectador queda interpelado por ese silencio al que buscará poner palabras a lo largo de la función. Las luces disminuyen su intensidad y comienza la travesía.
El movimiento se hace palabra. Hasta bien pasada una gran parte de la duración de la obra, la coreografía de acrobacias es la protagonista en ausencia del texto. El sonido de las olas del mar se va a acompasando con sus propios cuerpos y construyen imágenes que para el espectador no resultan extrañas, pues ha visto en muchas ocasiones barcos cargados con personas que luchan por sobrevivir en el mar, sin embargo, en esta ocasión, al presenciarlo de forma tan cercana, aunque de manera metafórica, es imposible no llegar a la emoción.
Destaca la participación en la compañía de un miembro muy joven que a pesar de su corta edad es capaz de realizar un increíble trabajo en todas sus apariciones, en especial, la que comparte con el director de la obra y su padre en la vida real, en la que se puede apreciar a través de sus movimientos esa lucha interna entre el migrante adulto y su niño interior por tratar de sobrevivir a una vida que a veces deja de lado los sueños de la infancia. La obra nos muestra que la vivencia de la migración es múltiple. A pesar de que en los medios de comunicación se suele ver el desplazamiento físico de estas personas, también tienen que luchar contra un desplazamiento emocional.
Toda la obra es un baile entre las escenas en movimiento y las de interpretación textual. Desde la parte más cómica de la obra, la carcajada lleva a la reflexión sobre la identidad cultural española y la del propio migrante. En este caso, el detonante es el comentario de los personajes sobre el reality show de Supervivientes. A partir de esa visión de la supervivencia televisiva, comienza a surgir un debate con el racismo como hilo conductor que va enlazando diversos temas de nuestro país que para muchas personas quedan relegados a un segundo plano, pero que nos cuestionan como sociedad directamente. Es interesante ver cómo se plantea un abanico de escenarios que muestran las diferentes vivencias de la migración; desde el mar hasta la realidad de las trabajadoras del hogar o las cuidadoras de las personas mayores. Asimismo, es imprescindible hablar de cómo las actrices con sus intervenciones ponen el foco en el lenguaje racista que la sociedad utiliza tan a la ligera sin percatarse del peso de sus palabras.
La música es imprescindible en esta obra. Es la esencia para edificar las emociones. A lo largo de la representación suenan diferentes estilos y canciones como Kothbiro de Ayub Ogada, La llorona de Chavela Vargas, el Nocturne op.9 No.2 de Chopin, Perfidia de Los Panchos o A Quiet Life de Teho Teardo y Blixa Bargeld, entre otras, que ayudan a intentar descifrar los sentimientos que podrían tener las personas migrantes en cada una de las situaciones que se dibujan, creando así un ambiente totalmente sensorial.
Después de todos los pasos realizados para poder dar término a este viaje, ese suelo que en un inicio estaba lleno de arena se ha convertido en un museo de huellas de cada uno de los intérpretes como metáfora del camino de la migración. Como bien indica el propio nombre de la compañía, tratan de esculpir en el aire las emociones. A través de este mimo corporal consiguen vincular el teatro con la danza. En el coloquio posterior, el público tuvo la oportunidad de escuchar de la voz de los actores y actrices la verdadera intención de esta obra de teatro que, como bien sugirió el actor y director de la misma, pretende tomar la migración como un viaje, centrándose en los trayectos internos que cualquier ser humano independientemente de su nacionalidad ha podido experimentar en su vida y mostrar no tanto la denuncia explícita, sino la parte más humana. En definitiva, una propuesta teatral que no deja indiferente a nadie y que consigue encender en cada uno de los espectadores la necesidad de cuestionarse qué papel quiere tomar en esta sociedad.
Espacio Inestable, 27 y 28 de abril de 2024
Elenc: Nara Pérez, Wendy Rey, Ivonne Morales, Alanna Wilson, Nisa Quintana, Tanya Tapia, Catalina Peña, Daniel Tormo, Felipe Vélez, Juan Carlos Carillo, Mai Rojas y Leo Rojas; Direcció: Mai Rojas en colaboració i desenvolupament de l’elenc; Textos: David Pacheco; Fotografia: Josep Tobella; Producció: Lab Project Training i Catalina Peña; Cartelleria: Helga Pérez; Agraïments: Nau Ivanow, Cem Colom, Raffaella Crapio, Daniela Rojas, Ariana Cárdenas , Romina Matulich i Karla Mascorro.