Escenas de historia local: «Cucaracha. Sangre, amor y muerte en Los Monegros», de Luis A. Casáus

Lola Rodríguez Otal.

El pasado 5 de Octubre tuve el placer de sumergirme en la historia del conocido bandido del Altoaragón, el bandido Cucaracha, en las escuelas de Siétamo, un pequeño pueblo de la localidad de Huesca. En esta obra de una hora y media de duración, aparte de un par de intervenciones de otros dos personajes, podemos presenciar un monólogo de Roberto Nistral, el actor que interpreta al bandido Cucaracha, con acompañamiento músical, con instrumentos como la guitarra española, el violín, la flauta dulce antigua y la caja de percusión.

La obra es una adaptación de la novela “Cucaracha, el bandolero”, de Adell y García, llevada al teatro por Luis Manuel Casaús donde el personaje principal apela al público durante toda la obra mientras cuenta momentos remarcables de su vida de bandolero que lo definen como persona.

La obra cuenta la no tan conocida historia a nivel nacional del un bandolero originario de Alcubierre, que entre el 1870 y el 1875 cometió robos a los terratenientes más ricos y la clase más alta de los pueblos del alrededor, tanto para quedárselo él como para compartirlo con los más necesitados. Se hizo bandolero a causa de su descontento con sus trabajos anteriores. Por ese descontento, se marchó seis años a Francia para buscar un buen trabajo y, durante su estancia, le enviaba dinero a su mujer, Jovita Amador. Al volver, el bandolero se da cuenta de que no le llegaba todo el dinero a su esposa, por lo que rinde cuentas con el responsable de esto y lo mata. Tras esto, mató también al propietario de unos corderos para quitárselos y quedarselos él para poder comer y sobrevivir. Estos dos sucesos son lo que le impulsan a huir al monte, montar su cuadrilla y empezar su vida de bandolero.

Esta obra de teatro cuenta muchas de sus hazañas durante esos años de bandolero en la Sierra de los Monegros, pero siempre manteniendo el código de los bandoleros, lo que es un poco contradictorio ya que tiene muchos romances clandestinos como mujeres que no son su esposa, pero él siempre juró respetarla y afirma numerosas veces que es la mujer de su vida, y quiere volver a casa y poder estar tranquilo con ella. Mientras, su esposa también quería ser bandolera, y se lo comentaba a su marido, pero el bandido Cucaracha siempre le recordaba historias de otras mujeres bandoleras que siempre acababan muertas o asesinadas. Mientras, los ricos y la policía lo buscaban y lo querían muerto, pero él, muy hábilmente, siempre conseguía escapar de todo tipo de situaciones y todo tipo de personas. Finalmente, en su último lugar de refugio, uno de los suyos, responsable de traer vino a toda su cuadrilla lo traiciona: la Guardia Civil se entera de que se encuentran escondidos en un granero, y al ver salir al compañero, le fuerzan a traicionarlo para no pagar con su vida. Le ponen al vino una sustancia que los relaja y adormece, para que sea más fácil atraparlos sin salir heridos. Cuando el compañero les lleva el vino,le hacen una emboscada. Durante esta, el bandido Cucaracha recibe un disparo que acabará con su vida. Antes de morir logra decir unas últimas palabras que definen perfectamente su misión como bandolero y su personalidad: He luchado por un mundo mejor, por una comarca mejor, por un pueblo mejor, pero ya no puedo más. Ahora sí que ha muerto Cucaracha”

La obra es producida por Luis Manuel Casaús, un productor con gran devoción por el teatro y la historia de su tierra y conocido en toda la comarca. La obra se compone simplemente de tres personajes: El protagonista, Roberto Nistal y los músicos que acompañan su historia, José Bellosta y Antolín Santolaria, quienes también en momentos muy puntuales actúan como personajes secundarios, a veces necesarios para comprender el transcurso de la historia.

Todos los actores son de la agencia del Teatro de Robres, que está teniendo un gran auge en estos momentos, ya que en el pueblo de esta compañía, Robres, se ha abierto el antiguo corral de comedias, gran acontecimiento histórico para el pueblo ya que es el único que se conserva en toda España junto con el conocido corral de comedias de Almagro.

Había visto en ocasiones anteriores a Roberto Nistal, pero aún así es imposible salir defraudado de cualquier espectáculo suyo. Se puede ver tanta fuerza, dedicación y pasión de lo que hace en sus ojos, que te deja enganchado a lo que está representando, sea lo que sea. Hace de cualquier espectáculo su terreno más experimentado, abarcando todo tipo de registro y personajes, desde interpretar la celestina hasta recitar versos de Lorca, pasando por actuar como el apretador de un corral y representar divertidas actuaciones para los más pequeños. Aunque sea un monólogo en todo un escenario para él, es capaz de llenar todos los huecos y de hacer partícipe de la historia a todos los espectadores.

Si me preguntan qué es un buen actor para mí, respondería que es aquel que te permite vivir y sentir la historia con él, que no te hace posible desconectarte ni un momento de la trama. Sin duda, Roberto Nistal cumple con todas estas características con creces. Honestamente, no me explico cómo este actor no es más reconocido a nivel nacional, porque tiene un potencial que sorprendería a muchos.

No obstante, no quiero quitar mérito a los otros actores que, aún siendo poca su intervención, fue muy exacta y entretenida. Sus aportaciones no hacían más que mejorar la obra. Cuando no intervenían directamente, se mantenían en el escenario como si fueran propios espectadores del bandido que contaba sus historias. Sus reacciones a estas hazañas eran, sin duda, muy divertidas y hacían reír a todo el público, dándole también un toque de comedia a la obra. Había momentos en los que incluso el propio público buscaba su reacción cuando el bandido decía algo que les podía enfadar, hacer reír, o hacer sentir confundidos.

Acerca de los atuendos de los personajes, fueron muy acertados. En esa época, la ropa se usaba hasta que no diese más de sí, lo que queda muy bien reflejado en las ropas viejas y desgastadas de los personajes. La ropa es austera y oscura, dejando claro su estatus social.

Los personajes llevan viejas camisas de algodón, con un chaleco de algodón o pana por encima. En las piernas llevan un calzón ajustado que llega hasta abajo de la rodilla, muy típico de la época, que más adelante se transformará en los culottes franceses. Encima de ese calzón, podemos ver que el protagonista lleva una faja roja que le rodea la cintura, en la que sujeta un trabuco y una bota de vino, ya que esa era la función de la faja en el momento, sujetar todos los bártulos que uno necesite llevar encima. En los pies los personajes secundarios llevan espardeñas, y el protagonista lleva una alpargata miñonera, con suela de cáñamo y abundantes cintas que cubren el pie y la zona del tobillo y gemelo. Acerca de los accesorios, todos los personajes llevan sombreros de alas muy anchas, muy típicos de la clase baja aragonesa del momento. Además, el protagonista lleva debajo un pañuelo llamado cachirulo, con el estampado a cuadros negro y rojo tan reprsentativo de Zaragoza, que a día de hoy podemos ver en las fiestas del Pilar de Zaragoza en el cuello de todo el mundo, manteniendo así la esencia del pasado de su tierra.

La puesta en escena era muy simple. Solamente se trataba de un tronco para que el protagonista se sentase de vez en cuando, un par de troncos y una bota de vino de decoración y dos banquetas en las que los personajes secundarios se sentaban y escuchaban las hazañas del bandido. Era lo justo y necesario para acompañar el contexto y para que la atención se centrase en el personaje principal, sin posibilidad de despistarse. Acerca de la iluminación, sí que es cierto que la vi un poco escasa, al inicio de la obra no era necesaria ya que los espectadores contábamos con luz natural, pero cuanto más avanzaba la obra menos podíamos ver. Solo había tres focos que enfocaban desde abajo a los personajes, lo que resultaba poco natural y creaba muchas sombras. La única utilería que entraba en contacto con los personajes, además de los instrumentos musicales, eran la bota de vino que usaba el protagonista entre hazaña y hazaña para beber agua y descansar y el trabuco falso que utiliza en ciertas partes de la historia en las que representa algún ataque. Sí que es cierto que en la última escena, cuando le disparan, eché en falta algún efecto que pudiera imitar la sangre, pero aparte de eso siento que el productor decidió solamente utilizar lo justo y necesario para que la atención se centrase en la expresividad y fuerza del personaje principal. También hay que tener en cuenta que al ser una agencia de teatro pequeña, tampoco cuentan con mucho recurso económico para la escenografía, por lo que tampoco esperaba mucho más, y lo que usaron fue más que suficiente para contextualizar la historia.

Personalmente, esta obra contiene mucha carga sentimental para mí, ya que la agencia es de mi pueblo. El productor, Luis Manuel, ha sido un apasionado del teatro toda su vida y, por suerte, mi familia ha podido compartir esa pasión con él, tanto mi madre toda su infancia como su adolescencia, como yo cuando era más pequeña. Desde hace muchos años, la cultura y el teatro en mi pueblo se habían reducido a un par de actuaciones en las fiestas del pueblo, lo que me entristecía mucho. Un día, Luis Manuel tuvo la idea de reformar el antiguo corral de comedias del pueblo y abrirlo al público, con la suerte de que el ayuntamiento apoyó esa idea en todo momento. Desde que abrió, es un orgullo ver cómo todo el pueblo se vuelca en la cultura, tanto local como nacional que se representa allí, del mismo teatro de Robres y de otras compañías de toda España. La apertura del corral de comedias supuso un antes y un después en la cultura del pueblo. Desde entonces, todas las semanas es un lujo poder disfrutar de actuaciones con actores del nivel de Roberto Nistal, la estrella del corral.

Esta obra para mí supone un avance en la cultura de la comarca de los Monegros. Como he dicho antes, es imposible quedar insatisfecho tras ver una actuación de Roberto.

He de decir que al principio, pensaba que la obra podía resultar un poco aburrida, pero gracias al gran trabajo de los actores todo los espectadores, desde los niños más pequeños hasta los más mayores pudimos pasar un muy entretenido tiempo, tanto que cuando acabó todos nos quedamos incluso con ganas de saber más. Yo ya conocía esta historia porque mi abuela siempre me cuenta que mi familia era muy amiga del bandido y estuvo alguna vez en mi casa, pero ver esta historia solo me ha dado ganas de conocer más y más de este personaje, que a día de hoy no se sabe si fue real o no. Recomendaría sin duda esta obra a otros posibles espectadores, no solo por la impecable actuación de los actores, sino también porque es una hermosa manera de conocer un poco más de la historia rural de una España muy poco conocida.

En conclusión, me ha parecido una obra muy acertada y muy emotiva a mi percepción que recomendaría a todo el mundo ver, no solo esta sino todas las del artista Roberto Nistal y las del Teatro de Robres.

Escuelas de Siétamo (Huesca), 5 de octubre de 2024.

Autoria: Luis M. Casaús; Elenco: Roberto Nistal José Bellosta y Antolín Santolaria; Producción: Teatro de Robres.

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